"Con el auge de títulos como World of Warcraft aparecieron diversos emprendedores que generan y acumulan bienes virtuales, que luego son comprados por jugadores que desean avanzar etapas en el videojuego"
Por Miguel Calzada y Santiago Gimeno
Diario El País
Hay granjas raras. Se dedican a ganar oro virtual para venderlo a videojugadores obsesivos. Está prohibido, pero el "goldfarming" mueve ya 800 millones de euros (reales) al año.
Ma-Liang vive en un pequeño pueblo a 80 kilómetros de Pekín y, como sus padres y abuelos, es granjero. Su vida transcurre apacible entre rebaños de ovejas y montones de heno. Es verano y el calor es asfixiante. En el interior de la casa no hay aire acondicionado, ni siquiera agua corriente, pero sí un router conectado a una veintena de computadoras.
Ma-Liang tiene 20 empleados a su cargo, que pasan la mitad del día conectados a videojuegos de rol. Territorios fantásticos, a menudo de estética medieval, en los que cualquiera puede ser un elfo. Pero en estos mundos, como en todos, hace falta dinero, aunque sea virtual. Se consigue matando monstruos, cortando leña, comerciando. Tareas repetitivas que muchos jugadores desprecian. Ahí es donde entra la cuadrilla de Ma-Liang: acumulan montañas de oro ficticio para venderlo a los más perezosos a cambio de dólares contantes y sonantes.
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