MOUNTAIN VIEW, California.- Eric Schmidt parece bastante inocente, con sus ojos color aguamarina, su diminuta oficina repleta de juguetes y su campus de Google bien provisto de canchas de vóley, bicicletas sin encadenar, máquinas expendedoras de cereal y bebidas orgánicas energizantes, golosinas con forma de animalitos, asientos de inodoro calefaccionados, huertos de hierbas aromáticas y playas de estacionamiento con enchufes para recargar autos eléctricos.
Mientras que Google escudriña nuestros hogares, nuestros océanos, nuestras debilidades, nuestros movimientos y nuestros gustos, su presidente y director ejecutivo no se parece en nada a esos Dick Cheney que aspiran a dominar el mundo.
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